Sal y Pimienta habían encontrado un lugar ideal en el avión. Estaban en la bandeja superior de un carrito de servicios de alimentos. Gracias a esto, iban de un lado al otro del pasillo del avión durante todo el vuelo. Cada vez que la sonriente azafata entregaba comida y bebida a los pasajeros, nuestro par de viajeras estaban ahí. Y como este vuelo intercontinental duraba muchas horas, se sirvió una comida caliente a los pasajeros, además de algunos bocadillos y bebidas. Así que no paraban de moverse.
—Tengo muchas ganas de ver el interior de la cabina —le susurró Pimienta a su amiga.
De pronto, sonó una alarma y al mismo tiempo, se encendieron unas luces rojas de advertencia.
Pimienta no entendía que decían las cosas en las pantallas del avión, eran completamente diferentes a los que vieron en el barco transatlántico y además, no tenían flechas. Pero se dio cuenta de que todos los pasajeros habían comenzado a abrocharse los cinturones de seguridad.
—¿Qué está pasando? —dijo Sal casi llorando. Estaba llena de terror.
—No sé exactamente, pero tal vez se avecinan algunas turbulencias, sí es así, se aproxima una sacudida.
Y aunque Sal no entendía la palabra “turbulencia”, inmediatamente se dio cuenta de lo que significaba. Primero, todo el avión comenzó a temblar violentamente. Las tazas y platos que los pasajeros habían colocado en sus bandejas no paraban de moverse como locas.
Después de eso, Sal tuvo la sensación de que el avión iba en picada, como una manzana cayendo de un árbol, y luego, todo el avión se inclinó hacia un lado. Nuestras aventureras se aferraron firmemente. Aunque les recordaba a esa peligrosa tormenta en el mar, esta vez no tenían a Maní con ellas para ayudarlas, por lo que tuvieron que…