—A menudo, cuando entras en el campo después de una tormenta, puedes ver que el trigo sarraceno está chamuscado, como si lo hubiera atravesado un incendio. Es culpa de un rayo —dijo el viejo granjero—. Si prometes escucharme con atención y acercarte para oÃr las partes que diré en voz baja, te contaré cómo sucedió. Es una historia antiquÃsima, y te la contaré tal como la oà de Gorrión, que la oyó por primera vez hace muchos años del viejo sauce —añadió.
Desde hacÃa muchos años, el viejo sauce crecÃa junto a un campo que se extendÃa hasta el horizonte. Estaba hueco y nudoso, con una profunda grieta oscura en el centro. En la grieta crecÃan hierba y moras. Las ramas del árbol, como largos tirabuzones verdes, colgaban hasta el mismo suelo. Los campos que rodeaban al sauce estaban sembrados de centeno, cebada, avena y el majestuoso y orgulloso trigo sarraceno. Cuando soplaba un viento fuerte, las largas hierbas se mecÃan como las olas del mar. Sólo el altivo trigo sarraceno se resistÃa a inclinar la cabeza como el resto de los cultivos. Se mantenÃa orgulloso y erguido, tratando de no moverse con el viento.
—Soy el más bello de todos los cereales. Mi flor es tan hermosa como la de un manzano. No inclinaré la cabeza ante ningún viento —decÃa siempre el trigo sarraceno.
—¿Has visto alguna vez, viejo sauce, algo más hermoso que yo? —preguntó un dÃa.
El sauce crujió suavemente y dijo:
—Por supuesto que sÃ.
—¡Estúpido árbol podrido! ¡Qué sabrás tú de belleza! ¡Eres tan viejo que te salen pelos verdes de la cabeza! —replicó el trigo sarraceno con una carcajada.
De repente, el cielo se oscureció y el mal tiempo se abatió sobre ellos. Las nubes empezaron a llegar desde todas las direcciones…