El perro rojizo (algunos lo llaman «zorro», pero nunca «zorro rojizo», aunque nadie sabe por qué) es un animal muy inteligente. Tiene que serlo, porque no es tan grande y temible como los osos. No es tan peligroso como las serpientes que se acercan sigilosamente y muerden. Y no es tan paciente como las ardillas, que pasan la mayor parte del tiempo guardando bellotas para el invierno.
Le gusta divertirse ladrando a su manera de zorro. Por eso nuestro inteligente perro rojizo solÃa temer la llegada de la época de mayo a septiembre. La época más agradable, luminosa y soleada también traÃa consigo a los invitados menos deseados: ¡lo has adivinado! ¡Las pulgas!
Si nunca has tenido una pulga metiéndose lentamente en tu nariz, ¡es difÃcil imaginar lo molestas que pueden llegar a ser! Peor que los mosquitos, las moscas o las chinches, las pulgas se quedan a vivir contigo. Si no están sobre ti, te esperan en casa. Y vuelven a saltar sobre ti.
Y el perro rojizo, con su constante búsqueda de comida, tenÃa pulgas todos los años. Como un reloj. Tic tac, pulga. Tic tac, pulga. TenÃa que encontrar por fin una solución, porque las pulgas lo estaban volviendo realmente loco. Lo habÃa intentado casi todo.
Iba de madriguera en madriguera, intentando que las pulgas encontraran otros perros rojizos a los que molestar. Rascaba, frotaba y mordÃa, pero las pulgas saltaban y evitaban sus ataques. Incluso se persiguió la cola, porque no se le ocurrÃa nada mejor que hacer.
Un dÃa, cuando llevaba docenas de pulgas encima, se encontró con la cabaña de un tejedor junto a su bosque. Fuera habÃa trozos de lana. Se le ocurrió una idea. La lana podÃa ser muy útil. Tomó algunos trozos y se adentró…