Érase una vez, en una cabaña en lo profundo del oscuro bosque, vivÃan dos huérfanos llamados Juanito y Anita. Habiendo perdido a sus padres, tuvieron que cuidar de sà mismos. Aprendieron a lavar la ropa, a coser y a hacer las tareas domésticas. El bosque, a pesar de ser oscuro y misterioso, no se habrÃa atrevido a dejar morir de hambre a los hermanos, asà que les ofrecÃa dulces frutas para comer. Pero llegó el invierno y, de repente, el bosque quedó vacÃo. Ya no habÃa frutos dulces, sino sólo un fuerte viento que soplaba y sacudÃa todos los árboles. Juanito estaba preocupado por sus reservas de comida para el invierno.
Un dÃa, cuando fue a recoger leña, oyó una voz:
— ¡Socorro, socorro! ¡Por favor, ayuda!
Juanito corrió inmediatamente hacia la voz desesperada, adentrándose cada vez más en el bosque, hasta que encontró un viejo pantano. El sendero del bosque se desvanecÃa en el pantano y luego salÃa al otro lado. Estaba claro que cruzar un pantano asà no era tarea fácil, y de hecho una anciana se habÃa quedado atascada en medio del barro y gritaba pidiendo ayuda. Llevaba una bolsa en la espalda. Era tan grande que la habÃa hundido y no podÃa moverse ni un centÃmetro en el lodazal. Sin dudarlo un segundo, Juanito arrancó una rama muy larga de un árbol cercano, le pasó un extremo a la anciana y le dijo que se agarrara de ella. Luego tiró y tiró con todas sus fuerzas. Finalmente, consiguió liberar a la anciana del pantano.
—¿Hacia dónde iba, señora? —preguntó Juanito, cuando sus pies volvieron a estar a salvo en el suelo.
— Bueno, querÃa vender mis ollas de barro en el mercado del pueblo. Mi marido las hace y luego yo voy a…