Un dÃa, una changuita llamada Kantchil caminaba por una villa. Cuando pasó por la casa de un granjero, sintió un olor muy dulce y pegostioso en el aire y decidió aproximarse con cuidado y mirar por la gran ventana. La casa estaba vacÃa porque el granjero y su esposa seguÃan trabajando en el campo.
HabÃa una tarta de plátano cariñosamente guardada en hojas de plátano arriba de la mesa. El olor era maravilloso. Kantchil miró alrededor para ver si no habÃa nadie y entró por la tarta. El olor que salÃa de las hojas era irresistible y ella decidió comerla ahà mismo.
Pero mientras saboreaba y masticaba ruidosamente con la cabeza metida en las hojas, no se dio cuenta del pozo que el granjero habÃa escarbado en el jardÃn de su casa y, de repente, habÃa caÃdo dentro de él.
Claro, Kantchil era una excelente saltadora, pero saltar fuera de ese profundo pozo iba más allá de sus capacidades, asà que necesitaba pensar en un plan diferente para salir de ahÃ.
Cuando escuchó pasos que se aproximaban, miró fijamente a las hojas de plátano, mientras fingÃa estar leyendo algo y empezó a gritar con toda la fuerza de sus pulmones: — ¡Sálvense!
Era un jabalà que pasaba por ahÃ. Con cuidado, se acercó y miró por la orilla para descubrir quién estaba gritando y qué estaba pasando.
— ¿Qué haces ahà abajo? —preguntó. Al principio, Kantchil no dijo nada. Solo hacÃa sonidos extraños mientras seguÃa mirando la hoja de plátano verde y fingÃa que estaba leyendo. — El mundo se acabará hoy y solo los que se escondan en el pozo sagrado serán salvados —respondió Kantchil después de un tiempo.
— ¿Y cómo sabes eso? —preguntó el jabalà confundido. — Es lo que dice…