Cuento armenio
El rey y el tejedor
La experiencia es a veces más valiosa que lo que dicen los libros. Un tejedor muy pobre demuestra ser más inteligente que los eruditos de la corte real, a quienes se les paga por sus servicios.


Una tarde húmeda y soleada, una tortuga estaba descansando a orillas del rÃo cuando vio que algo flotaba aguas abajo. No lograba distinguir qué era, pero miró de nuevo y vio que se trataba de un banano.
Estaba entusiasmada ante tal tesoro, puesto que era una apasionada de la jardinerÃa. Sin pensarlo dos veces, saltó al
En el camino, se encontró con un
—Hola, mono —dijo la tortuga—. ¿PodrÃas ayudarme a sacar un banano del agua? Me gustarÃa plantarlo en mi jardÃn.
—Por supuesto, yo te ayudo, pero a cambio me quedaré con la mitad de los frutos del árbol —dijo el mono, que era un poco perezoso, un poco avaro y que se creÃa más listo de lo que era.
A la tortuga le pareció un trato justo, de modo que empezaron a tirar y tirar del árbol, entre jadeos y resoplidos, hasta que por fin lograron
—¡Muy bien! Plantemos el árbol y, cuando las bananas estén maduras, las dividiremos como acordamos —sugirió la tortuga.
El mono, que era muy impaciente, no quiso esperar a la repartición y exigió a la tortuga que le diera la mitad del árbol ¡de
La tortuga, de mala gana, dividió el árbol por la mitad. El mono rápidamente se quedó con la frondosa copa y le dejó a la tortuga la…