Pavol Dobsinsky
El viejo Bucky y el lobo
Esta historia (adaptada de la colección de Pavol DobÅ¡inský) sobre un perro valiente nos dice que la sabidurÃa puede ganar a la fuerza y que la honradez y la lealtad siempre merecen la pena.
Érase una vez un jardÃn precioso rodeado por una fila de avellanos que daban una buena cosecha de frutos cada otoño. Aledaños al jardÃn, habÃa grandes campos y prados donde pastaban ovejas y vacas con unos cencerros que les colgaban del
Cada vez que alguien pasaba cerca del rosal, se le podÃa ver fanfarroneando y presumiendo porque se creÃa el mejor. Era por naturaleza bastante presumido y se pasaba las horas del dÃa sin hacer nada, holgazaneando, apoltronado en su caparazón mientras se acicalaba constantemente.
—Esperad y veréis —les decÃa a las rosas—. Cuando llegue el momento, haré muchÃsimas cosas importantes, no solo florecer como vosotras o dar algunas avellanas como los árboles o un poco de leche como las vacas y las ovejas.
—Espero que estemos todas aquà para ver las cosas maravillosas que harás —contestaban las rosas con cansancio, reprimiendo el bostezo—. Perdona que te preguntemos, pero ¿cuándo va a llegar ese
—No os preocupéis, queridas rosas, seguro que viviréis para verlo —respondÃa Bonifacio engreÃdamente, mirando de un lado a otro—. Solo me estoy tomando mi tiempo. ¿Por qué sois tan impacientes? ¿Por qué todo el mundo tiene tanta prisa? Al fin y al cabo, no tenéis nada mejor que hacer.
Y, tras responderles, bajaba los ojos hacia el suelo y las ignoraba. La misma conversación se repitió casi cada hora durante todos los dÃas de un año, por lo que era normal que las rosas no creyeran a Bonifacio (ni a Boni ni a Facio).
Un dÃa de verano en que el sol brillaba…