Los niños habÃan deseado un cachorro durante mucho tiempo. Prometieron que lo cuidarÃan, pero su mamá y papá no les creyeron. Después de todo, ¿cómo les iban a creer si a menudo tenÃan dificultades para terminar sus deberes diarios?
—Pueden tener un perro después de que aprendan a limpiar el desorden —les decÃa siempre su papá.
—Pueden tener un perro después de que no tenga que recordarles que se cepillen los dientes —les decÃa su madre todo el tiempo.
Siempre habÃa una razón.
—Pueden tener un perro después de que…
PodrÃa seguir asà durante página y páginas, pero creo que debemos seguir con la historia.
De vez en cuando, los niños se esforzaban mucho, pero les era muy difÃcil mantener el ritmo por mucho tiempo. En cuanto a los papás, al papá le preocupaba que ya no tuviera tiempo para ver su canal favorito de deportes y noticias. Pensó que si tenÃa que pasear al perro, tendrÃa menos tiempo libre.
¿Y la mamá? Siempre quiso tener un perro, pero estaba preocupada… bueno, a ella le preocupaba todo. DecidÃa escuchar a su cabeza en lugar de a su corazón. Los adultos siempre piensan mucho y son muy prácticos, o eso he escuchado. Por eso sus sueños de la infancia nunca se hacen realidad.
El tiempo pasaba volando y los niños, de alguna manera, aún no habÃan cambiado la opinión de sus padres, ni sus propios hábitos. Pasó la primavera, luego el verano y el otoño y de repente llegó el invierno.
Cuando las primeras nevadas cubrieron el suelo, la madre se fue de compras navideñas. Mientras corrÃa de una tienda a otra, de repente tropezó con un pequeño cachorro blanco como la nieve.
El cachorro era tan blanco que apenas y se podÃa ver entre la nieve.
—¡Oh,…