Todos los habitantes de México conocen muy bien esta antigua historia. Según cuenta la leyenda, hace mucho tiempo, todos los perros estaban muy tristes y, al mismo tiempo, todos los cachorros que nacían eran muy cariñosos con los humanos. Cada perro iba siempre detrás de una persona y la acompañaba a todos lados.
Iban con los humanos a pasear y les ladraban a los desconocidos, los acompañaban en peligrosas cacerías e incluso les servían fielmente para ayudarles en la construcción de viviendas. Todos y cada uno de los perros ayudaban a la persona que acompañaban día tras día hasta que se hacían viejos. Nadie se quejaba porque ningún otro ser vivo sobre la faz de la tierra tenía una amistad tan generosa como los perros con los humanos.
Pero los aldeanos no les demostraban ninguna gratitud a sus leales compañeros y los trataban mal. Tampoco les demostraban afecto y no parecía que les importara mucho la vida de esas pequeñas criaturas.
Los perros, por supuesto, pensaban que se merecían un trato más amable y considerado, así que, un día, se reunieron en un gran campo de trigo tras el pueblo. Cuando, por fin, se calmaron y dejaron atrás la rabia, se sumergieron en un largo e intenso debate.
Los perros intentaron buscar una solución, pero no era fácil. Estaba oscureciendo cuando valoraron los pros y los contras y, por fin, llegaron a una conclusión grupal y a una decisión clara.
—¡Vamos a pedirle ayuda al dios Tláloc! Él tiene el corazón noble —sugirió el perro más anciano y sabio.
Así, escribieron una carta pidiéndole al dios ayuda, y los ancianos la firmaron en nombre de todos los perros y la prepararon para enviársela. Entonces, sometieron a voto quién sería el encargado de llevar el mensaje…