En las profundidades del ocĂ©ano, donde el agua era azul y cristalina y ningĂşn rayo de sol podĂa atravesar la superficie hasta el fondo, habĂa un vasto reino. Era hermoso, con paredes de coral y algas de todos los colores. Todas las criaturas del ocĂ©ano convivĂan en paz: peces grandes y pequeños, plantas, erizos de mar y sirenas. El rey sirena tenĂa cinco hijas. Su madre lo ayudaba a gobernar el reino y a criar a las niñas, porque su mujer habĂa fallecido hacĂa muchos años.
Todos en el reino seguĂan las reglas, y por eso vivĂan sin problemas. Una de las reglas establecĂa que ninguna sirena podĂa acercarse a la superficie del agua hasta que cumpliera quince años. Hasta entonces, tenĂa que quedarse en el reino para estar a salvo.
La hija mayor del rey estaba a punto de cumplir quince años. Sin embargo, era la menor la que más ansiaba ver el mundo de arriba, y ella aĂşn tenĂa que esperar cinco años más. Se pasaba horas sentada en su jardĂn (cada una tenĂa su propio jardĂn) imaginando lo bien que la pasarĂa en la superficie. En el centro de su jardĂn habĂa una estatua de mármol de un prĂncipe humano. La habĂa encontrado en el fondo del ocĂ©ano y le gustaba tanto que hasta hablaba con el prĂncipe como si fuera una persona real.
Su abuela les contaba historias sobre todas las cosas bellas que habĂa más allá del ocĂ©ano, aunque siempre se aseguraba de añadir que las cosas más maravillosas que se podĂan encontrar no estaban arriba, sino aquĂ mismo, en su hogar acuático. Pero la sirenita no veĂa la hora de conocer el mundo de arriba.
Pasó el tiempo y, ahora, la menor también estaba a punto de cumplir quince años. Durante…