Érase una vez dos cuervos que vivían en un bosque profundo y oscuro cerca de una gran ciudad. Recién se habían casado y estaban locamente enamorados. Salían a volar todos los días y graznaban alegremente mientras buscaban un sitio donde hacer su nido para su nueva familia.
Buscaron por todas partes el lugar perfecto, hasta que un día encontraron un precioso árbol de gran altura y con unas robustas ramas en uno de los extremos del bosque. Les gustó tan pronto lo vieron y decidieron hacer su nido en la copa.
Se pusieron alas a la obra al instante y se turnaban para volar y recolectar el material necesario para la construcción del nido. Querían hacerlo lo mejor posible y reunieron las mejores ramas y raíces que encontraron, que debían ser todas del grosor de un lápiz; así, poco a poco, terminaron de construir su hogar.
Un día, mientras la Sra. Cuervo incubaba los huevos, su marido fue al bosque en busca de algún rico manjar. Tuvo la suerte de encontrar unos gusanos jugosos que se retorcían con vigorosidad y estaba muy feliz, pero, de regreso a casa, advirtió que el árbol en que habían construido su nido estaba hueco y que en su interior vivía una cobra enorme que daba mucho miedo.
Los dos se asustaron muchísimo, porque sus hijos estaban a punto de nacer y sabían que a la cobra, tan grande y tan espeluznante, ¡le encantaría comerse de un bocado a sus polluelos! ¡Los cuervos no sabían qué hacer! No podían mover ni el nido ni los huevos y estaban muy preocupados.
No podían proteger su hogar de una criatura tan peligrosa, así que pensaron y pensaron hasta que la Sra. Cuervo tuvo una idea fantástica. Había oído hablar de un chacal muy viejo y…